Tengo un sobrino llamado Hanoc, el tiene 2 años y medio y al observarlo aprendí muy buenas lecciones. Mi cama es algo alta y al principio se acercaba tímidamente, se paraba a la orilla, miraba la TV, Con migo pero se negaba subir. Pasado el tiempo comenzó a intentar subir, pero no lo lograba así que nos pedía ayuda para hacerlo, ya que es un niño muy inquieto al subir no estaba mucho tiempo allí. De poco a poco aprendió a subir a la cama, le está costando, pero lo intenta con mucho esfuerzo, la mayoría de las ocasiones le doy la mano para que logre subir.
En cierta forma subir a la cama es un obstáculo para El, ella es más grande y alta que El, pero no está venciendo este obstáculo haciendo la cama más pequeña sino El creciendo haciéndose más grande.
Ya puesto en la cama, el conmigo hace muchas y variadas actividades, jugamos, comemos, vemos Tv, peleamos (no le digan a mi hermano ), nos hacemos cosquillas, o salta en la cama.
En una ocasión tuve una pelea con mi papa, me puse a llorar El estaba allí, me vio y me dijo:
- No llore Tía, no llore Tía, valla pico, te amo- y me abrazo.
En otro momento a Él lo habían castigado y fue a mi cama llorando para que lo consolara. Por las mañanas El se levanta temprano cuando abro la puerta y me vuelvo a costar El sube a la cama, se pone muy juntito a mí, para que lo abrase, para que lo mime.
Primera lección: Venceré mis obstáculos en la vida; no haciéndolos más pequeños, sino Yo haciendo más GRANDE.
Segunda lección: Nos parecemos tanto a mi sobrino, nos acercamos al trono de Dios al principio tímidamente El nos invita a subir y le decimos que no por esos obstáculos que nos parecen tan grandes de superar, pero a medida que vamos creciendo y aceptando la bondad de Dios esos obstáculos se hacen más pequeños, pero no hay porque preocuparnos Dios siempre nos extenderá su mano para que subamos a ese lugar alto. Al estar ya puestos en la presencia de Dios (en la cama), somos consolados, nos gozamos, Dios nos apapacha, alegramos el corazón de Dios al decirle que le amamos, le adoramos al anhelar estar allí pegaditos con El y preferir estar en su presencia antes que estar en otro lugar.
Subámonos a la cama de Dios, no estemos ya más en el portón de la casa, en la cocina o en la sala, sino en la recamara de nuestro amado, al principio tal vez solo estaremos unos cuantos minutos, pero a medida que lo conozcamos estaremos mas y mas tiempo con El, al punto de caminar de su mano las 24 horas del día.
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